más que sólo yo
Esta confrontación no tenía que ver sólo conmigo, sino con el bienestar de toda nuestra familia. Se lo dije a mi marido en una conversación nocturna, cuando los niños ya estaban dormidos. “No se trata sólo de mi dignidad”, dije, “se trata del ejemplo que estamos dando a nuestros hijos” Mientras hablaba, vi que se daba cuenta. Su silencio cambió, dejó de ser indiferente y se impregnó de una comprensión compartida: el compromiso mutuo de salvaguardar el futuro de nuestra familia.

Algo más que yo
reuniendo apoyos
Empecé a reunir discretamente el apoyo sutil de otros miembros de la familia que, como yo, estaban hartos de la naturaleza autoritaria de mi suegra. Durante una llamada telefónica informal, mencioné su último comentario cortante. Mi cuñada respondió con un suspiro de complicidad. “Solía hacerme lo mismo”, admitió. Aquella simple confesión creó un vínculo tácito entre nosotras, una comprensión compartida de la tensión que ambas sentíamos. Juntas estuvimos de acuerdo: algo tenía que cambiar. Me di cuenta de que no estaba sola en mi deseo de recuperar la sensación de paz.

Reunir apoyo