Un sábado por la mañana, James Parker estaba terminando de hacer la compra cuando vio a una anciana que buscaba a tientas en la caja registradora. Le temblaban las manos mientras rebuscaba en un pequeño y gastado monedero. La cajera, visiblemente impaciente, suspiró mientras la mujer se esforzaba por contar el cambio. James observó cómo sacaba monedas y billetes arrugados, pero era evidente que no tenía suficientes. Se le encogió el corazón al preguntarse cuántas veces se habría encontrado en aquella humillante situación.

Un maravilloso encuentro en el supermercado acaba de maravilla
Una decisión de ayudar
James dio un paso adelante, obligado a actuar. “Disculpe”, dijo a la cajera, con voz tranquila pero firme. “Yo me encargaré del resto” La anciana se volvió hacia él, sobresaltada, y lo miró sorprendida con sus acuosos ojos azules. “Oh, no, no puedo…”, empezó a decir, pero James desechó su protesta con una cálida sonrisa. “No hay problema, de verdad” Le entregó a la cajera un billete de veinte dólares. El rostro de la anciana se suavizó, y en él brillaron el alivio y la gratitud.

La decisión de ayudar

