El miedo a la pérdida
Una mañana, la salud de Margaret empeoró de repente. James la encontró en la cama, demasiado débil para levantarse, y su respiración era superficial. Su corazón palpitaba de miedo mientras llamaba a una ambulancia. En el hospital, los médicos le dijeron que el estado de Margaret era crítico. James permaneció a su lado y le cogió la mano mientras la posibilidad de perderla le rondaba por la cabeza. Pensar en la vida sin Margaret, sin oír sus historias ni compartir sus momentos de tranquilidad, era insoportable.

El miedo a la pérdida
Aferrarse a la esperanza
Los días siguientes se caracterizaron por las visitas al hospital y la angustiosa espera. Margaret no respondía a veces y los médicos advirtieron a James de que su cuerpo luchaba por sobrevivir. Pero James se negó a perder la esperanza. Se sentaba junto a su cama, le hablaba, le contaba historias y le recordaba todas las cosas que aún les quedaban por hacer juntos. “Aún no has terminado, Margaret”, le susurró, apretándole la mano. “Aún te queda mucho camino por recorrer. Aún no estoy preparado para despedirme”

Aferrarse a la esperanza

