Una invitación romántica
Una noche, le propuse a mi mujer una cena romántica, esperando leer sus reacciones. “Oye, ¿por qué no salimos a cenar mañana?” Le ofrezco, manteniendo un tono ligero y desenfadado. Ella parece momentáneamente sorprendida, su respuesta se hace esperar. “Claro… me parece bien”, responde finalmente, forzando una sonrisa vacilante. Su inquietud no se me escapa y, aunque mi corazón se hunde un poco, sigo adelante con el plan, decidido a ver exactamente adónde nos lleva.

Una invitación romántica
Su reticencia
Vacila, casi a regañadientes, antes de aceptar finalmente. “¿A qué se debe este plan repentino?”, pregunta, intentando sonar despreocupadamente curiosa. “Simplemente sentí que necesitábamos salir una noche”, respondo con suavidad, ocultando el verdadero motivo tras mi fachada tranquila. Su pausa persiste en mi mente, acentuando las sombras de duda que ya han echado raíces. Me preparo para la cena, insegura de lo que pueda revelar la velada, pero totalmente decidida a vigilar todos sus movimientos. De un modo u otro, la verdad está cada vez más cerca.

Su reticencia