Invitación matutina
A la mañana siguiente, Kendra apareció en mi puerta, sola, y me invitó a desayunar con ella. Su presencia, aunque familiar, me pareció extrañamente surrealista. Me dedicó una leve sonrisa, un gesto sutil que parecía transmitir una sensación de buena voluntad. La seguí hasta un pintoresco comedor donde había una gran variedad de platos para desayunar. El rico aroma del café llenó el aire cuando nos sentamos, pero el malestar del día anterior aún persistía, pesado en el silencio que reinaba entre nosotros.

Invitación matutina
Comportamiento suavizado
Su actitud se había suavizado, pero el silencio del día anterior aún persistía, tácito pero siempre presente. Me sirvió una taza de café, con movimientos deliberados y tranquilos, como si intentara crear una sensación de normalidad. Ahora había dulzura, en agudo contraste con la tensión de nuestro encuentro anterior. Aun así, no podía evitar la sensación de que algo más acechaba bajo la superficie. La tranquilidad del entorno no ayudaba a aliviar la pesada carga de preguntas sin respuesta que pendía entre nosotros.

Comportamiento relajado