Historias familiares en la carretera
Jake, aún cauteloso pero visiblemente más tranquilo, me preguntó por mi familia. No pude evitar reírme mientras le contaba historias de mis traviesos sobrinos, que siempre encontraban nuevas formas de causar un poco de caos. “Una vez transformaron el salón en su propia pista de patinaje -dije, y se me dibujó una sonrisa al recordar aquel caos. Los labios de Jake se curvaron en una leve sonrisa. Momentos así eran un recordatorio reconfortante: la mezcla de caos y alegría de la vida es lo que la hace tan maravillosamente impredecible.

Historias familiares en la carretera
Parada en boxes
Más adelante, una gasolinera apareció en el horizonte, como un faro solitario. “Espera, Jake”, le dije mientras le hacía señas para que se detuviera. “Tenemos que repostar y quizá comprar algo para picar” El camión se detuvo junto a los surtidores. Miré a Jake, que parecía cautivado por el mundo exterior. No era nada extraordinario -sólo el ritmo cotidiano del ir y venir de los viajeros-, pero tenía su propio encanto.

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