Jugar con la radio
Las señales de tráfico pasaban borrosas mientras Jake ajustaba la radio anticuada y tosca. La estática crepitaba, interrumpida por fragmentos de una canción, hasta que por fin llegó a una emisora que reconoció. “¡Perfecto!”, dijo, sonriendo mientras asentía en señal de aprobación. Empezó a dar golpecitos con el pie, sincronizados sin esfuerzo con el zumbido de los neumáticos en la carretera. Me eché hacia atrás, dejando que la melodía y su energía imperturbable llenaran el silencio de la cabina del camión.

Bailando con la radio
Una canción desata la alegría
Cuando una melodía familiar llenó el aire, los oídos de Jake se agudizaron. Se sabía la letra de memoria y su pie repiqueteaba instintivamente al ritmo. No tardó en cantar con una energía desbordante. Su entusiasmo era contagioso. No tardé en unirme a él, y nuestras voces se mezclaron mientras cantábamos juntos el estribillo, desenfrenados y alegres. En aquel momento, la carretera parecía un poco menos vacía: una melodía compartida que tejía una fugaz sensación de conexión y armonía.

Una canción desata la alegría