Los talentos ocultos de Margaret
Un día, Margaret me contó que antes le encantaba pintar. “Hace años que no cojo un pincel”, admitió, y había pesar en su voz. James vio la chispa en sus ojos y supo que tenía que ayudarla a reavivar esa pasión. Al día siguiente, la sorprendió con un juego de pinturas, pinceles y un lienzo. A Margaret le temblaron las manos al cogerlos, pero su sonrisa lo decía todo. Juntos montaron un pequeño puesto de pintura junto a la ventana, donde la luz caía a plomo.

Los talentos ocultos de Margaret
La primera pincelada
Hizo falta algo de persuasión, pero al final Margaret sumergió el pincel en la pintura e hizo su primera pincelada vacilante sobre el lienzo. Sus manos ya no eran tan firmes como antes, pero seguía habiendo algo hermoso en su forma de moverse. James la observó y la animó mientras redescubría poco a poco una alegría que había olvidado hacía tiempo. “Aún la tienes”, dijo con una sonrisa. Margaret se rió, un sonido tan ligero y libre que pareció levantar toda la habitación.

La primera pincelada

