Sorpresa y confusión
Su sorpresa al verme en casa pasa rápidamente a confusión y luego a pavor cuando le presento las pruebas con calma. “¿Qué haces aquí?”, pregunta con los ojos muy abiertos por la alarma. “Pensé que teníamos que hablar”, respondo con voz firme y fría. Pulso el botón de reproducción y veo cómo sus ojos se mueven ansiosamente entre la pantalla y mi cara. Las escenas que se desarrollan no dejan lugar a explicaciones ni a negaciones, y a cada segundo que pasa, su rostro palidece, el peso de la verdad se hunde visiblemente.

Sorpresa y confusión
Las negaciones se desmoronan
Su negación inicial se desmorona rápidamente bajo el peso de las pruebas innegables. “No es lo que parece”, balbucea, pero la falta de convicción en su voz la traiciona. Señalo la pantalla y cada imagen habla más alto que sus débiles protestas. “Mira esto”, digo con firmeza, sin dejar lugar a dudas. Intenta aferrarse a su historia, pero no puede escapar a lo que tenemos delante. El aire está cargado de tensión a medida que sus defensas flaquean y, finalmente, sus hombros se hunden con silenciosa resignación: sabe que la han pillado.

Las negaciones se desmoronan