Momento de reconocimiento
El rostro de John palideció y su serena compostura se desmoronó. “Puedo explicarlo”, dijo, con voz temblorosa. Pero era demasiado tarde; los cimientos de nuestra relación ya habían empezado a desmoronarse. Sujeté el anillo con fuerza, anhelando una respuesta directa y sincera. Sin embargo, sus comentarios sueltos y rápidos no hicieron más que ampliar el cisma que había empezado a surgir entre nosotros.

Momento de reconocimiento
La verdad no dicha
El peso de la verdad no dicha pendía pesadamente entre nosotros, haciendo que el aire se sintiera denso y sofocante. Cualquier respuesta que pudiera dar John parecía insuficiente. Ya estaban apareciendo grietas en nuestro matrimonio, que amenazaban con abrirse de par en par. Cuarenta años de vida en común se sintieron de repente inciertos, delicados y vulnerables. El anillo que tenía en la mano era la prueba inequívoca de una traición oculta.

La verdad no dicha