Me asalta la duda
A mi anillo no le pasa nada, ¿o sí? Apreté los puños, repentinamente insegura de lo que había estado llevando durante 40 años. El peso que antes me tranquilizaba en el dedo de repente me pareció extraño. Me invadieron oleadas de confusión mientras esperaba una explicación que nunca llegó. La reticencia del joyero erosionó mi confianza, poniendo en duda todo lo que creía saber.

Aparece la duda
Una súplica de normalidad
“¿Puedes limpiarlo?” Pregunté, con la esperanza de romper la incómoda pausa. El joyero negó con la cabeza, mordiéndose el labio mientras pensaba qué decir a continuación. Tenía una expresión preocupada, dividida entre la responsabilidad profesional y algo más personal. Sólo quería que se acabara la desdicha y volver a la monótona tarea que tenía entre manos. Pero no parecía que siguiéramos ninguna rutina.

Una súplica de normalidad