Miradas incómodas
Su reticencia hizo que mi mente se acelerara aún más. Me devolvió el anillo, pero no sin una última mirada, un brillo de reconocimiento en sus ojos. Mis dedos no podían quedarse quietos mientras rodeaban la alianza, y mis pensamientos se aceleraban con preguntas sin respuesta. ¿Qué sabe él que yo no sepa? El ambiente de la habitación estaba cargado de palabras no dichas.

Miradas incómodas
Una pregunta chocante
“¿Estás segura de que éste es tu anillo de boda?”, inquirió por fin, con la voz apenas por encima de un susurro. Me quedé paralizada, con todo el cuerpo tenso ante la idea de que algo fuera mal. ¿Cómo podía no estar segura? Mi anillo formaba parte de mí tanto como mi propio aliento. Sin embargo, la pregunta del joyero flotaba en el aire, provocando dudas donde antes no las había.

Una pregunta chocante