Investigador privado
Me paso la noche investigando sobre investigadores privados, peinando páginas web, reseñas y recomendaciones en busca de alguien discreto y fiable. Tras horas de barajar opciones, por fin elijo a uno que parece profesional y digno de confianza. A la mañana siguiente, hago la llamada. “Necesito que alguien siga a mi mujer”, digo sin rodeos, con voz firme a pesar de la agitación interior. El investigador me asegura que todo se tratará con cuidado y confidencialidad. Dar este paso me produce una extraña mezcla de consuelo y malestar, pero en el fondo sé que es algo que debo hacer.

Investigador privado
Vigilancia discreta
El investigador, discreto y eficiente, empieza a seguir sus movimientos y a documentar cada interacción. Proporciona actualizaciones diarias: informes detallados y fotos que se vuelven más condenatorias cada día que pasa. “Hoy se han vuelto a ver en una cafetería”, dice, y me envía imágenes de su animada conversación, con una familiaridad entre ellos inconfundible. Las crecientes pruebas no hacen sino agudizar mi atención, reforzando mi necesidad de saber la verdad. Aunque la carga emocional es pesada, mi determinación sigue siendo firme: no me detendré hasta que lo haya descubierto todo.

Vigilancia discreta