Fijar la hora
Acordamos una hora en la que los niños estarán fuera, minimizando el riesgo de daños colaterales. Tras una larga y cuidadosa discusión, acordamos una tarde entre semana, mientras ellos están ocupados con actividades extraescolares. El momento es deliberado, prudente pero decisivo, y me da el espacio que necesito para afrontar la confrontación sin interrupciones inesperadas. Organizamos cada detalle con precisión, planificando una ejecución tranquila pero firme. Se tienen en cuenta todos los aspectos, desde el escenario hasta el plan alternativo, para que nada quede al azar. Con la confirmación de todos, el plan se pone oficialmente en marcha.

Fijar la hora
Mente acelerada
Mi mente se acelera con posibles resultados, cada uno más volátil que el anterior. ¿Y si lo niega todo rotundamente? ¿Y si la confrontación se descontrola? Estas preguntas se arremolinan sin cesar, pero me aferro al objetivo: descubrir la verdad con claridad y control. En mi cabeza se reproducen escenarios vívidos que alimentan tanto la ansiedad como la determinación. A pesar del caos mental, reafirmo mi compromiso de mantener la compostura. Por muy explosiva que se vuelva la confrontación, sé que tengo que mantenerme firme, porque perder el control ahora lo arriesgaría todo.

Mente acelerada