Al coche
Me escoltaron hasta un elegante todoterreno negro aparcado cerca, cuyos cristales tintados desprendían una inquietante aura de secretismo. Cuando se abrió la puerta, dudé un instante, pero un firme empujón desde atrás me empujó hacia delante. Me deslicé en el asiento de cuero afelpado, cuya fría textura contrastaba con la calidez del interior del coche. Los hombres se alinearon a mi alrededor, con un silencio pesado e inquietante.

Dentro del coche
Miradas silenciosas
Dentro del vehículo, Kendra permanecía sentada en silencio, lanzando de vez en cuando miradas furtivas en mi dirección. Sus ojos delataban un remolino de emociones: determinación, un toque de tristeza, pero ni una pizca de alegría. El silencio opresivo amplificaba la tensión, haciéndola casi insoportable. Me rondaban por la cabeza innumerables preguntas, pero la extrañeza de la situación me dejó sin habla. Aquellas miradas fugaces eran las únicas pistas que tenía para descifrar sus intenciones.

Miradas silenciosas